Tomado de Cubadebate
Desde hace unos meses el australiano Julian Assange es constante en las noticias. Su desafío de publicar en el sitio digital Wikileaks cientos de miles de documentos secretos que implican al gobierno de Estados Unidos y otros países ha desatado lo que para no pocos es el cibergate moderno. Actualmente en prisión, Assange es sometido a un juicio que comenzó ante los reclamos de la jusiticia sueca por «acoso sexual» y que ahora puede llevarlo en realidad a cumplir una pena sin precedentes por terrorismo, en correspondencia con las exigencias de la Casa Blanca.
Es curioso. El juicio de Assange, previsto para el 10 de enero en Londres, fue sucedido, un día después, por el del cubano Luis Posada Carriles, en El Paso, Texas, solo que en su caso, este tristemente célebre personaje, considerado el mayor terrorista del hemisferio Occidental, es procesado en las cortes estadounidenses (en una maniobra archidilatada en el tiempo) por mentir en cuestiones migratorias. Y, vaya, justo en correspondencia también con los deseos de la Casa Blanca. Más interesante aún es que las imputaciones al ex-hacker australiano en esta cuestión de «faldas» porvengan de una tal Ana Ardín, de quien se dice ha mantenido contactos con la extrema derecha cubanoamericana y de la que se sospechan sus vínculos con la CIA.
Cobertura mediática total para Assange, defensor de la llamada libertad de información y expresión, acusado por terrorista. Posada Carriles, terrorista, prófugo de la justicia venezolana pasa por mentiroso en una audiencia donde los medios lo tildan solo como «militante anticastrista». Difícil de entender para los cubanos, en especial para aquellos que han padecido en carne propia el dolor emanado de los actos de terror cometidos por Posada.