Para comprender la razón por la que Alan Gross, un ciudadano estadounidense, ha estado languideciendo en una cárcel cubana durante los últimos dos años, es instructivo escuchar un intercambio reciente que sucedió en una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Estados Unidos. El representante David Rivera, republicano por la Florida, exigió que Wendy Sherman, subsecretaria de Estado para asuntos políticos, revelara si Estados Unidos de alguna manera trató de trabajar con La Habana para lograr la liberación de Gross.
Esperaba que no lo hubiera hecho. Rivera le dijo: “Sería escandaloso que estuviéramos negociando con un régimen terrorista para liberar a un rehén estadounidense”.
En principio, esa política es correcta: Las naciones no deben ceder a las demandas de los terroristas. Pero nada de esto tiene que ver con Gross o con Cuba. Las referencias de Rivera al terrorismo y a Gross como un rehén son una manipulación. Sigue leyendo